Mr. Dalmho

La primera vez  que oí esta frase, encontré la descripción exacta de lo que eran esos días tan recurrentes en mi vida. El frio se colaba por mi espalda y el peso de mi mirada concluía en un rincón gris y húmedo de mi habitación. Miraba a mi alrededor y no entendía como una persona tan ambiciosa este así. Pero un día cualquiera tome coraje y fui a enfrentarme con mi peor enemigo; YO-

Me vi frente a frente, tras el frio reflejo de ese espejo, que reflejaba  un pálido joven de mirada melancólica. Por más que viera detrás de mí tanta gente, el reflejo  denotaba mi soledad. Este frio era diferente, porque congelaba mi alma y lo diferencio del frio invernal, porque a este último le amo.

Hoy miro atrás y veo periodos de amor, luego días soleados sin aire, que en silencio me sofocaban, y mi pasado más cercano, el gris reflejo del espejo; pero por lo menos en este último era yo, solitario pero respirando.
No fue mágico el antídoto, que hiciese que hoy no tenga más días rojos en mi vida. El suministro fue cuasi como gotero y cada una devenía de mis accionares para con mi vida.

Mi miedo a morir solo, se esfumo, pues ya no me importa estar rodeado de multitudes vacías o padecer mi final bajo el Ojo de Dios. Soy yo quien estará ahí y solo yo padeceré mi agonía.

Con el tiempo comprendí que uno es su peor enemigo y a la vez su mejor amigo. Son nuestros propios fantasmas y miedos los que nos paralizan y nuestro amor propio y nuestra ambición lo que nos moviliza.
Me acepte tal cual soy, reconocí mis limitaciones y resalte mis virtudes, y hoy no temo al fracaso, lo veo como un paso más para llegar  a mi meta.  Los días rojos ya no son parte de mi vida, dejaron de ser una opción.
No es que ese otro yo murió, sigue ahí, como seguía en ella su Lula Mae, la diferencia es que  cuando nos vemos en el espejo, le respondo con una sonrisa.